Por: Adriana Carrillo
Ese “señor de pelo blanco y dialéctica elegante, el clásico “señor de otros tiempos”, tiene nombre, vaya nombre, y es Ramón Illán Bacca. El segundo, Illán, sacado de la ficción, como muchas cosas de Ramón. Y es que el episodio de las 200 páginas es sólo uno de las múltiples peripecias que el escritor caribeño ha tenido que librar. Enfrentándose dos días por semana a estudiantes que nunca han escuchado el título “Guerra y paz” y que a duras penas han oído nombrar a un tal León Tolstoi, y agobiado la otra parte del tiempo en un cubículo de una universidad, en una ciudad que, además, no es mucho más grande que la misma, pasa Ramón cada día de su vida. Con un aire inglés, un gusto alemán y, en general, aficiones europeas, que él traduce al tiempo y la geografía del Caribe Colombiano. Por lo que uno entiende que haya querido meter Maracas en la Ópera (su segunda novela) y que haya elegido una escritura medio germánica para nombrar a su Déborah Kruel (primera novela).
Ramón es una fuente viva de historias, que él las cuenta con un estilo encantador y refinado. Se puede empezar hablando de las más detalladas diferencias entre lo digital y lo análogo (una vez quiso que le hiciera aquella distinción), hasta escuchar las historias más impactantes, como el primer caso de SIDA conocido en la región caribe de Colombia. “Historias que deberías tú escribir”, me dijo alguna vez después de haber ido juntos a almorzar. Porque además, Ramón ha sido testigo directo de muchos acontecimientos y momentos fundamentales por estos lares.
No hay que seguir repitiéndolo, porque él lo sabe perfectamente, e igualmente quienes lo rodean: Ramón es un Avis raris en este espacio y en esta época. Un caballero de otro tiempo. Pero al mismo tiempo, el mejor ilustrador de la cosmogonía del Caribe y sus historias. Una mezcla apasionante de lo popular y lo erudito; de lo que vive y de lo que admira. Eso que hace que un extranjero de tierras lejanas, aficionado a su literatura, le escriba para saber dónde puede conseguir sus libros (evidentemente ya sin existencias y ninguna editorial interesada) o quiera hacer de uno de ellos, una película.
Ese “señor de pelo blanco y dialéctica elegante, el clásico “señor de otros tiempos”, tiene nombre, vaya nombre, y es Ramón Illán Bacca. El segundo, Illán, sacado de la ficción, como muchas cosas de Ramón. Y es que el episodio de las 200 páginas es sólo uno de las múltiples peripecias que el escritor caribeño ha tenido que librar. Enfrentándose dos días por semana a estudiantes que nunca han escuchado el título “Guerra y paz” y que a duras penas han oído nombrar a un tal León Tolstoi, y agobiado la otra parte del tiempo en un cubículo de una universidad, en una ciudad que, además, no es mucho más grande que la misma, pasa Ramón cada día de su vida. Con un aire inglés, un gusto alemán y, en general, aficiones europeas, que él traduce al tiempo y la geografía del Caribe Colombiano. Por lo que uno entiende que haya querido meter Maracas en la Ópera (su segunda novela) y que haya elegido una escritura medio germánica para nombrar a su Déborah Kruel (primera novela).Ramón es una fuente viva de historias, que él las cuenta con un estilo encantador y refinado. Se puede empezar hablando de las más detalladas diferencias entre lo digital y lo análogo (una vez quiso que le hiciera aquella distinción), hasta escuchar las historias más impactantes, como el primer caso de SIDA conocido en la región caribe de Colombia. “Historias que deberías tú escribir”, me dijo alguna vez después de haber ido juntos a almorzar. Porque además, Ramón ha sido testigo directo de muchos acontecimientos y momentos fundamentales por estos lares.
No hay que seguir repitiéndolo, porque él lo sabe perfectamente, e igualmente quienes lo rodean: Ramón es un Avis raris en este espacio y en esta época. Un caballero de otro tiempo. Pero al mismo tiempo, el mejor ilustrador de la cosmogonía del Caribe y sus historias. Una mezcla apasionante de lo popular y lo erudito; de lo que vive y de lo que admira. Eso que hace que un extranjero de tierras lejanas, aficionado a su literatura, le escriba para saber dónde puede conseguir sus libros (evidentemente ya sin existencias y ninguna editorial interesada) o quiera hacer de uno de ellos, una película.
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