Divagaciones del pensamiento

domingo, 25 de julio de 2010 20:29 Publicado por Maga
Por: Sandro Bozzolo


Llegará el día bendito en que ya no existirá ningún día, y solo quedará la noche. La noche, con sus encuentros y sus ilusiones, con el sabor de remordimiento que atropella la conciencia frente al espejo de la mañana.
No sé qué iba buscando ayer. Seguramente, no amor: lo dejé todo en lugares equivocados, a lo largo de un camino lleno de puertas abiertas sobre cuartos sin sentido. Y tampoco una charla o una sonrisa, que no busco desde cuando aprendí – por acumulación – que la mayoría de las veces significan falsedad. Huyo también de ellas.


La conclusión es, por exclusión, que lo que iba buscando era dolor. Esta maldita necesidad de caminar en un hilo en equilibrio sobre las llamas para llegar a un balde lleno de agua helada. El dolor de auto-ilusionarse, creerse lo que nunca hemos sido y lo que ya no somos más, y la ilusión de pensar – sin creer – que mañana, mañana sí que será mejor. 


Canela. Así creo que se llamaba, aunque puede ser una desviación sinestética con la imagen de su ser. ¿Existió de verdad? Digo, ¿existió de verdad esta ilusión de realidad que me devolvió cinco segundos de juventud? ¿O fue un sueño? ¿O fue una película? ¿O fue el canelazo? Toda una vida vivida, y no tener ni siquiera la capacidad de distinguir entre realidad y sueño. Y peor: entre alivio y dolor.

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