Esbozos de un sujeto no-pensante

Por: Héctor Saavedra

Algún Descartes colombiano posiblemente habría dicho: “Si la pienso mucho, luego pierdo el año”, exactamente el tipo de raciocinio que nos ha mantenido “vivos” por casi dos siglos de una tal independencia.
Tal vez aquella profesora de filosofía en 10° grado se escandalizaría con dicho postulado adaptado a la más colombiana forma de entender la ontología del mundo que lo rodea. El hecho es que pensar se traduce en toda una serie de intrincados procesos mentales que pretende (a veces no muy satisfactoriamente) evaluar toda las posibilidades y variables disponibles en una situación X, Y O F; a los cuales nuestro individuo colombiano no está dispuesto a someterse, sencillamente porque cree fervientemente que no es más que otra pérdida de su tiempo productivo, en el que sólo una posibilidad está disponible: la más fácil, (a veces requiere atravesar la línea de una tal legalidad).

Así es. Es como si de alguna forma estuviera inscrito en nuestro mapa genético: “hacerlo fácil”, lo cual no implica tener que complicarlo todo tampoco. No imagino a alguien filosofando concienzudamente sobre la correcta forma de hacer que combine algún atuendo universitario de todos los días (algunos parecen muy elaborados), o taladrándome las neuronas tratando de entender cómo rayos debo acercarme a una señorita que mira como esperando algo y al tiempo lleva un letrero en negrita de “vete al diablo” en su frente; en dichas situaciones conviene pensar que no hay que pensar mucho, o sí que se “perderá el año”.

No pretendo ponerme muy filosófico aquí, (eso quedó en épocas pasadas, donde cuestionar todo dotaba de cierta extraña intelectualidad, obviamente inexistente) sólo pienso que pensar resulta entonces un proceso sujeto a las exigencias del contexto; pensar mucho, pensar poco, el vaso medio lleno o medio vacío, y esa basura… eh, ¿me siguen? Creo que no… el punto es que el “acto” de pensar, a riesgo de que suene un poco redundante, debe ser empleado con cierta inteligencia, y no hablo de pretensiones intelectualoides, me refiero a una de tipo pragmático, donde las ideas no sólo sirvan para impresionar a alguien, donde de hecho las ideas se traduzcan en oportunidades, en nuevas posibilidades más allá de “la facilonga”.

Nota:
Tal vez un poco de esto le vendría bien a unos pocos perdidos entre los amplificadores de sus automóviles, tan recurrentes por estas tierras tropicales…

Nuestra ciudad

0:02 Publicado por Maga 0 comentarios

Por: Sandro Bozzolo

Dice que en la ciudad donde nació la gente que escribe no es aquella que mejor 
lo hace, y con "mejor" se definen parámetros técnicos, pero sobre todo, pasionales. Carnales. Escribir porque no hay alternativas, por ejemplo. Según el instinto. 
Alguien más le agradece haberlo "traído" - usa este preciso verbo - a este 
espacio en donde las leyes de la cotidianidad, de lógica - ilógica y de la 
rutina (las mismas leyes que nos empujan a "especular y divagar") pierden todo 
su significado y su valor, y empujan a sentarse frente a una pantalla-espejo 
hasta que "la parte baja de la espalda empieza a doler"... 
Ahora. Yo no sé cual es "la ciudad donde [ella] nació", pero es bastante 
parecida a la donde nací yo - y que no puedo llamar "mía". Y puedo asegurar que 
por lo menos 10.000 kilómetros corren entre los dos, así que....todo el mundo un 
país. Esto nos pone entonces a reconfigurar diametralmente nuestros parámetros 
sobre el concepto de "ciudad", del lugar al cual pertenecemos: por como la veo 
yo, si tenemos que construirnos una identidad de pertenencia, por lo menos que 
no sea desde un punto meramente territorial.  
Me viene a la cabeza lo que se decía más abajo. Este cuento de la realidad, de 
la irrealidad, de la virtualidad. Me viene a la cabeza porque, en esta 
irrefrenable caída hacia los abismos de la pre-postmodernidad, tratando de 
sacarle lo positivo siempre, vivimos ahora la posibilidad de crear "nuestra" 
ciudad. Que es, ni más ni menos, esta. Un lugar vivido y construido por 
nuestros verdaderos similares, gente que comparte características más profundas 
y menos arbitrarias que sencillas razones de idioma común, o sangre, o lugar de 
nacimiento. Verdaderos conciudadanos. 
No sé los demás, pero yo verdaderamente creo en esto. Por pequeñas razones 
de experiencia, de trocitos de vida vivida, pero sobretodo por lo que siento 
cuando me enfrento a la “realidad” que describe Adriana: ganas de refugiarme. 
De correr a mi casa, entre mi gente, para reconocer el olor de pensamientos 
escritos por otros, que yo me limité a…pensar.

Por esto, y por todo lo otro anteriormente dicho, ella está en lo cierto: 
…tenemos ahora otros compromisos que no podemos (debemos) evadir.

El (nuevo) gusto por las letras

Por: Gastón Oberti



Cuando comienzas a sentir ese viejo y querido dolor en la parte baja de la espalda (justo sobre la cintura) es cuando te das cuenta de que hace horas tu cuerpo no cambia de posición, que las piernas se entumecen, te duelen un poco las manos, no tienes la más remota idea de qué hora es, tu café esta frío y tus pies aún más. Es que hace rato ya, que estas sentado frente al teclado pensando. Sí, pensando. 

Escribir… ¿por placer? ¿A quién se le ocurre? Los que hablamos con la voz de la experiencia y llevamos toda una vida (bueno, está bien; toda una semana) escribiendo sabemos perfectamente que escribimos por necesidad, no por placer. Que plasmar en un documento ideas, pensamientos, proyectos o lo que fuere te de cierto placer es otra cosa muy diferente. ¿Que cómo lo se? Pues, porque alguna mente enferma me llevó casi a punta de pistola a escribir algunas cosas, y luego le fui agarrando el gustito. Inmediatamente, otra mentecita bastante más cercana al Ecuador y bastante menos enferma que la mía se entusiasmó con la idea, no sólo de tener un amigo uruguayo, sino un amigo uruguayo que, a su vez, escriba…

Este individuo un tanto vago para las letras no puede hacer menos que reconocer que ha sido una experiencia sumamente positiva, con efectos colaterales benéficos, que arrastraron consigo muchos días de mal humor y pensamientos tristes. Dice también que logra reconocer un antes y un después y que no sabe si escribir es una consecuencia de haber sufrido durante tanto tiempo un profundo estado de desorientación y depresión continuos, o si por el contrario, es la causa y uno de los motivos principales, del comienzo de una nueva etapa, marcando la salida de aquel agujero anímico tan oscuro y tenebroso. 

De todas formas, escribir está directamente ligado al placer, aunque no creo se escriba porque a uno le guste. Escribir se vuelve de a poco una necesidad, sobre todo para personas tan cerradas (y encerradas) en su YO polifacético, como yo. Aunque tiene cierta cuota de egoísmo el hecho de dedicarle todos los recursos mentales a sus ideas, y dejar al resto del planeta esperando su turno mientras se escribe, no es menos importante nuestra necesidad de cumplir el rol de empleado, estudiante, patrón o jefe de familia de la mejor manera posible. Sin dudas, una gran guerra interna que no todos se animan a pelear, y que muchos menos terminan con alguna batalla conquistada.

Sin embargo, ya que todas las cosas que están ligadas al placer algún día se terminan, se vencen o se vuelven ilegales, pienso dedicarme a disfrutarlo mientras exista un poquito de creatividad y algo interesante para plasmar en un .doc. Pero tiempo al tiempo, que el trabajo, la familia y las mascotas reclaman sus quince minutos y por más que lo intentemos no podemos ignorarlos.

Le agradezco enormemente a Adriana haber traído desde tan lejos esa llave que abrió puertas hacia caminos hasta ahora desconocidos, pero que resultan tan entretenidos como relajantes. Sólo espero que la agotadora rutina no me lleve a terminar como su amiga, pues ya de administrativos robóticos, el mundo está lleno y seguramente no necesitamos otro. Y para la espalda y las piernas un pequeño estiramiento y una caminata hasta la cocina. Dos minutos de microondas para el café y al teclado nuevamente, que pensar sigue siendo gratis y hasta podemos llegar a disfrutarlo. 

Hacen falta plumas... para volar

Por: Adriana Carrillo 


Una de mis mejores amigas es también una de las plumas más atractivas que hay en esta ciudad donde nací, pero hace mucho se hartó de la redacción y ha optado por otras cosas, incluso, algunas más administrativas. Estudia comunicación social y periodismo, pero si hay algo que tiene claro es que no va a dedicar su vida a la escritura. 


Gastón, mi amigo uruguayo, no ha escrito nunca ni un diario, y con esto me refiero a que no ha llevado una escritura constante motivada por el placer. De seguro sus redacciones no pasaron más allá de los trabajos de universidad. Sin embargo, espontáneamente, vive contándome historias, sumándoles los datos más intrigantes, paradójicos y detonantes del placer de su lectura.


Estos dos ejemplos, me hacen pensar en una cosa: la gente que escribe no es aquella que mejor sabe hacerlo. Cuando llegué a la ciudad, leí algunos textos escritos por contemporáneos. Uno, en particular, me hizo sentir que la falta de cultura intelectual es un mal generalizado, por lo menos en Barranquilla. Sentí, al leer, un discurso latente que me decía que no importa qué se diga o cómo se diga. No hay intenciones de sumarle a lo que se escribe ninguna carga de información minuciosa o algo de reflexión profunda. Los textos se limitan a especular y divagar. Ni hablar de la cantidad de imprecisiones. Y esa es la única gente que escribe o coordina revistas en la ciudad.


Ahora, esas publicaciones pobres en contenido hacen bien en existir. El problema es que otras de mayor rigor se queden como proyectos sobre la mesa. En letras regadas por todos lados. Y lo digo como autocrítica. Evidentemente, la generación que se ha dedicado durante años a hacer cosas importantes en la ciudad está emigrando hacia otros ámbitos, abriendo nuevos ciclos personales que, por supuesto, merecen. Y nosotros, las nuevas generaciones, tenemos ahora otros compromisos que no podemos (debemos) evadir. 

Melancolía nocturna... ¡pasen y vean!

Nota del editor:
Me complace recibir este pequeño escrito de mi gran amigo uruguayo, Gastón, a quien conocí hace un año en Montevideo. No suele escribir, pero disfruté leerlo y más sabiendo que fue, precisamente leyendo este blog, como se motivó a hacerlo. De ahora en adelante se arriesgará a escribir junto a "la gente que sí se dedica a eso". Aprovecho para darle un saludo de bienvenida a nuestro amigo charrúa.

Por: Gastón Oberti


Foto: Gastón Oberti

Siempre trato de estar bien para los demás. Aunque muchas de mis sonrisas maquillan un estado más bien descripto como... como el culo. No debe ser nada fácil vivir mi vida, no lo es en el día a día. Pero, como de chico me enseñaron que al mal tiempo buena cara, trato de que si hay tristeza, que no se note. Esta es una filosofía que, si bien ha probado ser válida con los años, no es la ideal. Uno termina inundado por un estado de “felicidad” aparente, en el cual se siente mas cómodo que en la realidad, de la cual, sin querer, uno se va escapando de a poquito, a fuerza de amabilidad y lindas caras.

En algún momento de esta realidad 70% fantasía, justo cuando percibo que el dinero no alcanza pero no importa, que soy consciente de que tengo los valores bien puestos, pero no los predico con hechos, que complazco a todo el que me rodea, menos a mí mismo, pero me cuesta un Perú reconocerlo, en ese preciso momento es en el que se me hace imposible reconocer la línea que separa la verdad de la milanesa, de la sonrisita compradora. En ese mismísimo momento me doy cuenta de que no estoy nada bien, de que estoy profundamente triste. Rodeado de un mundo hermoso que construí, pero que no se siente mío, que no se siente tan feliz como debería sentirse.

Y como soy conciente de que hacer lo correcto y dejar de mentirle a todo el mundo, incluido a mí, es muy difícil, pero que además lastimaría a mucha gente, incluyéndome, claro, sigo con la mentirita inocente y fácil que, dicho sea de paso, es bastante más fácil que poner las cosas en su lugar. Pero sin miedo, arriba ese ánimo. Pasen y vean, que por acá está todo como siempre, ¡todo bien!.

Divagaciones del pensamiento

Por: Sandro Bozzolo


Llegará el día bendito en que ya no existirá ningún día, y solo quedará la noche. La noche, con sus encuentros y sus ilusiones, con el sabor de remordimiento que atropella la conciencia frente al espejo de la mañana.
No sé qué iba buscando ayer. Seguramente, no amor: lo dejé todo en lugares equivocados, a lo largo de un camino lleno de puertas abiertas sobre cuartos sin sentido. Y tampoco una charla o una sonrisa, que no busco desde cuando aprendí – por acumulación – que la mayoría de las veces significan falsedad. Huyo también de ellas.


La conclusión es, por exclusión, que lo que iba buscando era dolor. Esta maldita necesidad de caminar en un hilo en equilibrio sobre las llamas para llegar a un balde lleno de agua helada. El dolor de auto-ilusionarse, creerse lo que nunca hemos sido y lo que ya no somos más, y la ilusión de pensar – sin creer – que mañana, mañana sí que será mejor. 


Canela. Así creo que se llamaba, aunque puede ser una desviación sinestética con la imagen de su ser. ¿Existió de verdad? Digo, ¿existió de verdad esta ilusión de realidad que me devolvió cinco segundos de juventud? ¿O fue un sueño? ¿O fue una película? ¿O fue el canelazo? Toda una vida vivida, y no tener ni siquiera la capacidad de distinguir entre realidad y sueño. Y peor: entre alivio y dolor.

Baudrillard se toma un canelazo

10:31 Publicado por Maga 0 comentarios
Por: Xëh Reyes 


Ella le hace tremendo honor a su nombre. Cada pigmento de su piel lo corrobora. Esa festiva pero desolada noche, caminaba sola por aquel pequeño pueblo de la sabana cundiboyacense. Canela tiene 16 años, piernas torneadas, espalda recta y abdomen plano. Ojos café claro, luce con orgullo su nuevo corte de pelo; mitad de la cabeza pelada, y del otro lado una cascada de cabellos ensortijados de color canela también. Paseaba sola por el pueblo, observaba el mundo con cierta actitud, como si éste no existiera o fuese ficticio para ella. Lo observaba y a la vez no. Su mirada parece haberlo entendido  ya todo, y las desgracias humanas le son indiferentes. La fuerza de sus pasos al andar, reafirmaba cada uno su presencia en la tierra de los hombres, pero ella parece sencillamente no pertenecer o pertenecer demasiado bien. 


Cada humano del sexo masculino, sucumbe a su joven y radiante belleza, y ella por ahí camina tan de ella y tan de nadie, que es muy fácil intimidarse. Quien a ella se acerca no deberá ser ningún don nadie, deberá darle un buen alimento a su cabeza llena de respuestas sin contestar, y preguntas por hacer.  El frío cobijaba la noche, y buscando calor en un viejo bar de ancianos, Canela, sin antes hipnotizar a sus coterráneos, se sentó en la barra y pidió un canelazo, una bebida a base de aguardiente y agua de canela, famosa por calentar el cuerpo en noches de frío y por sus facilidades para conseguir una buena borrachera. Canela se baja atónita por un segundo de su mundo fantástico perturbada por la fija mirada de uno de los ancianos sentados a su derecha. 


Con su infinito amor por el mundo sonríe amable en gesto de saludo. 


-“El sujeto sólo puede desear. El objeto sólo puede seducir” fue correspondida por dicho señor, que continuó con una sonrisa.  


-“no soy aquel objeto maldito, obsceno o esclavo del que habla, recuerde que  es usted quien inventa su propia historia, ya tendré yo mis pensamientos sobre usted” dijo Canela con una carcajada deliciosa. En esos momentos, con aires de resignación y encantación el amigo pidió un canelazo. 


Con cara de no saber ya más cómo hablarle, el anciano miraba con determinación algún punto de vacío, y tomaba del pequeño vaso algunos sorbos de la bebida caliente. Aferrado a sus palabras prosiguió:


-“Joven mujer, dijo con un tono de hombre sabio la seducción no es misteriosa como crees, es enigmática. Me explico… el enigma es cómo el secreto, no es oscuro, ambiguo o incoherente. No es lo ininteligible. Otra cosa es que nunca sea dicho o revelado. El resto, la búsqueda de esa revelación, no es ningún misterio, ha de ser la mecánica del juego”. 


Canela sin dejar de pensar en  las palabras del hombre, intercambió su nombre con el de él. Lamiendo de sus frescos labios algunas gotas de canela, tomó pronto con su actitud de constante estudiante un cuaderno de apuntes que llevaba en su mochila, escribió algo y con una pícara sonrisa cerró el pequeño diario. Vio en los ojos del anciano una mirada recién inquietada, de seguro él  deseaba en ese momento leer dicha frase pero y quién se atreve ahora a dar la primera palabra después del pequeño discurso anterior. Se observaban cómplicemente, ambos con  una ligera sonrisa entre la bocada. Una gran carcajada rompió el inquietante silencio. 


-“Parece una escena sacada de una película”, se burla Canela de la irónica situación. 


El anciano pensó un segundo en las palabras de Canela y luego estalló en una risa incontenible que elevó toda la sangre de su cuerpo a su cabeza. Canela que se reía de la cara del viejo, le insistía en que le contara que le había hecho tanta gracia. Él haciendo un gran esfuerzo por parar de reír y tratando de articular lo mejor posible sus palabras  le comenta bajando un poco la voz entrecortada por la fatiga:


-“Ya lo sobrepasamos absolutamente todo, ya no sabemos cuales son los límites entre la escena y la realidad!”. Y ambos estallaron de la risa, mientras que los demás clientes del bar sólo los veían como un par de locos.


Canela salió del bar con su nuevo amigo por el brazo, diciendo:


-Ese tu mundo, material e histórico, ya conoce su destino fatal. Consiguió lo creído imposible: simularse a si mismo. En cambio, éste mi mundo, ya no tiene ley, no conoce represiones mentales, ni paradigmas ancestrales. Ya no existe la ilusión, es el mundo de lo más real que lo real; el éxtasis, el paraíso.


(Y antes de saber qué decía el apunte del cuadernito, hagan el ejercicio de sentir la intriga.)

Pensar en un mundo adulto (A Palabras corto-punzantes)

Por: Ángela Bohórquez 


Analizo todo esto del pensamiento, las ideas sublimes, abstractas e inmateriales y demás fanfarronadas que reflexionan sobre la reflexión del reflexionamiento reflexionado... ¿Y qué? Al fin y al cabo las cosas son como son y poco o nada puede hacer un simple mortal sin apellido famoso como yo, tú o cualquier otro que pertenezca al 0.01% de la población no famosa. 

Tengo sentimientos encontrados con respecto a la educación, famosa a nivel mundial por su supuesta promoción de pensamiento crítico y objetivo. En la vida real, la de los adultos, la educación sirve para poco, pero aún así, me gusta aprender tanto de manera formal como informal y no quiero renunciar a seguir creyendo que es una especie de fuente de evolución personal. Aún así, soy realista: no abre tantas puertas como a muchos nos dijeron, ni nos garantiza el mejor puesto o la mejor remuneración en un mundo lleno de injusticias, vagos y recostados al güevo ajeno.

¿Y pensar? A veces, nos lleva a creer que sólo por pensar merecemos más. Desafortunadamente, este planeta, especialmente este país, no premia al que piensa, al que reflexiona, al que critica, al que le saca el jugo a las experiencias, al que siempre tiene buenas ideas. Premia al deshonesto, al más avispado, al que hace plagio, al borrego simplón que va con la corriente, al hablador, al parrandero, al hipócrita.

Así que queridos amiguitos, si te gusta pensar, re-pensar y requetecontrapensar... prepárate... nada bueno se nos viene encima.

Un caballero de otro tiempo

9:08 Publicado por Maga 0 comentarios
Por: Adriana Carrillo


Ese “señor de pelo blanco y dialéctica elegante, el clásico “señor de otros tiempos”, tiene nombre, vaya nombre, y es Ramón Illán Bacca. El segundo, Illán, sacado de la ficción, como muchas cosas de Ramón. Y es que el episodio de las 200 páginas es sólo uno de las múltiples peripecias que el escritor caribeño ha tenido que librar. Enfrentándose dos días por semana a estudiantes que nunca han escuchado el título “Guerra y paz” y que a duras penas han oído nombrar a un tal León Tolstoi, y agobiado la otra parte del tiempo en un cubículo de una universidad, en una ciudad que, además, no es mucho más grande que la misma, pasa Ramón cada día de su vida. Con un aire inglés, un gusto alemán y, en general, aficiones europeas, que él traduce al tiempo y la geografía del Caribe Colombiano. Por lo que uno entiende que haya querido meter Maracas en la Ópera (su segunda novela) y que haya elegido una escritura medio germánica para nombrar a su Déborah Kruel (primera novela).


Ramón es una fuente viva de historias, que él las cuenta con un estilo encantador y refinado. Se puede empezar hablando de las más detalladas diferencias entre lo digital y lo análogo (una vez quiso que le hiciera aquella distinción), hasta escuchar las historias más impactantes, como el primer caso de SIDA conocido en la región caribe de Colombia. “Historias que deberías tú escribir”, me dijo alguna vez después de haber ido juntos a almorzar. Porque además, Ramón ha sido testigo directo de muchos acontecimientos y momentos fundamentales por estos lares.


No hay que seguir repitiéndolo, porque él lo sabe perfectamente, e igualmente quienes lo rodean: Ramón es un Avis raris en este espacio y en esta época. Un caballero de otro tiempo. Pero al mismo tiempo, el mejor ilustrador de la cosmogonía del Caribe y sus historias. Una mezcla apasionante de lo popular y lo erudito; de lo que vive y de lo que admira. Eso que hace que un extranjero de tierras lejanas, aficionado a su literatura, le escriba para saber dónde puede conseguir sus libros (evidentemente ya sin existencias y ninguna editorial interesada) o quiera hacer de uno de ellos, una película.

Cortar y pegar


Por: Sandro Bozzolo 


Dice que "los editores no leen los libros que publican, pero los recortan, porque están muy largos". Y automáticamente, con falta de orden lógico (como esas flechas anárquicas que no llevan a ninguna parte y que tanto les gustan a ustedes) se me vino a la cabeza una doble o triple conexión entre escenas de vida vividas. De esas que se quedan sobre la piel, porque están hechas de todo lo que necesitan para ser inolvidbables: encuentros, charlas, coincidencias. Y mejor si hay un viejito, de por medio.

Regreso de Aquel País de allá, a Italia, con toda una carga energética que podría prender de positividad toda Escandinavia. En mi memoria, un jardín tropical de letras, poesías, rostros, miradas, charlas, liviandad, cielo. América (Latina). El único que puede entenderme, en este complicado mundo de enredadas relaciones inútiles, es un ermitano profesor de italiano, que vive escondido en la naturaleza por obvias razones profesionales (al cabo y al fin, es licenciado en filosofía...). Bien.

Mi viejo carrito rojo me lleva hasta el lugar donde debería estar su casa, 
y digo "debería" porque todo lo que aparece es...selva. Árboles, hierba más 
alta que su casa, cualquier cosa. Cuando lo encuentro, me explica el problema. 
Tratando de poner en orden el jardín, se cortó un dedo (ya lo dije. Es un 
filósofo). Viene la cena, vienen las charlas, vienen las flechas que se atreven hasta aquí. Y después, hablando de Colombia, un libro. "Cuentos colombianos". Lo que me asombró, verdaderamente, fue descubrir que un querido conocido de mis tiempos caribeños, un señor ya de pelo blanco y dialéctica elegante, el clásico "señor de otros tiempos", era el autor. Traducido al italiano. 

Y recuerdo ahora, nuestra última charla antes de venirme, frente a un jugo de algo 
desconocidamente sabroso - siempre nos encontrábamos en un hermoso restaurante hecho, esencialmente, para alimentar el alma, pero esto es otro cuento; otra flecha. Me contaba, decepcionado (profundamente decepcionado), que una famosa editora colombiana le rechazó su último libro, una obra que le absorbió meses de literaria pasión. El problema, obviamente, no fue éste. El problema fue la carta de motivación del rechazo, que le agregaron. "Demasiado corto. Nuestro estándar para las novelas son 200 páginas. Su trabajo, aunque siendo bueno, es de 130 páginas. Si quiere enviar una versión de 200 páginas, evaluaremos el trabajo". 

"Si quiere enviar un versión de 200 páginas". Si yo le voy a anadir agua al vino 
de mi abuelo, lo más probable es que lo mate de un paro cardíaco, por la 
reacción que le podría causar. Y frente a estos editores que recortan o inflan 
libros como si fuesen...pollos (acabo de enterarme que hacen así también los 
productores masivos de carne de pollo), lo más probable es que maten de 
decepción a nuestros autores crecidos en épocas más románticas. Y el próximo 
libro que llegue hasta Italia tendrá 70 páginas que repetirán la palabra 
"mierda".

Palabras corto-punzantes

Por: Adriana Carrillo


En estos tiempos en los que las cosas se mueven y funcionan con dinero y corrupción, ¿a quién se le ocurre atacar con “caracteres”? Mi mamá pasó por el computador y después de escuchar parte de la conversación me dice: “¿para qué los escritores se la pasan toda la vida escribiendo?… los leen, escriben, los leen y vuelven a escribir". Creo que mi mamá comete dos errores, pero ella no tiene la culpa. El primero está en que los escritores escriben, pero no se sabe si los leen y el segundo es que en el camino de escribir y leer pasa un poco más que eso. 


De igual manera, se sabe que ni los lápices ni el pensamiento son lo suficientemente importantes en cosas serias como la guerra o la política. Por acá vino uno que quiso ser presidente con ese cuentico. Pero en este país nos las sabemos todas. Que no nos vengan con eso de la pensadera, que eso no existe. Acá en este país contamos las victorias con bajas y positivos. Y cuando escuchamos música, la que nos gusta, pensamos en guaro y ¡se formó!, jijuemadre, ahí sí que ya no pensamos nada. 


Por tal razón, mis amigos están en lo cierto: ¿para qué ponerse a pensar? Y sobre todo, ¿para qué pensamos estando en este pedazo de tierra? Escucha a la niña esa, que dice que tiene qué decir, que tiene qué pensar y ¡qué escribir!, cuando escribir se trata de organizar los pensamientos, y esta es la parte donde yo suelto una carcajada. Que venga alguien y me responda. 


En estos tiempos donde los editores no leen los libros que publican, pero los recortan, porque están muy largos. Donde uno tiene que decir casi con pudor que le gusta leer, pensar… y escribir, se corren muchos peligros. Por eso… hay que seguir escribiendo a ver si alguien se saca el dedo de la nariz y de la boca y se le ocurre reaccionar. Decirles a los que son que no nos gusta lo que hacen y que nos parecen unos completos hijos de puta. Y escribir siendo fiel sólo a las letras (primer mandamiento). Decirle al culo, culo (segundo mandamiento) y escuchar las críticas duras, sin el horrible eufemismo a las que las han querido emparentar: “constructivas”. Que bien que disfrutamos cuando otro echa madrazos contra un tercero. Y que todos digamos, como alguna vez dijo J. L Borges, “Me considero esencialmente un lector”, a ver si algún día las cosas mejoran, Amén. Y así termino. Gracias y hasta luego. 

En el ring de la discusión

9:47 Publicado por Maga 1 comentarios
Por: Xeh Reyes

Pero de por dios, ahora resulta que no tengo un argumento.  Por mi edad, dicen, qué no sé nada del mundo, que lo juzgo sin conocerlo, que la vida pasa sobre mí y yo no logro nunca captar nada de lo que me dice, que me duermo en los laureles, han de pensar. Dicen, que porque sólo tengo ‘tiun años de cocoloco no tengo la capacidad de sostener una idea, y mucho menos una idea fuerte. Pa’ colmo se toman el atrevimiento de subestimar. Tranquilos, que Spinetta ya me ha hablado de “Las habladurías del mundo” y cuando nací me echaron de una pa’l baile de los que sobran.

“Mijita, usté' sin esa cosa de la educación no es nadien”, me dijo mi bisabuela tomando sancocho ‘e gallina, aquel día de infancia bajo el palito ‘e mango en Baranoa. Pensaba, en medio de mi ingenuidad, en unos cuentos sobre el futuro, cuentos que me echaban mis padres, ese futuro que ya es hoy, y cuánto añoro esos tiempos en que los aprendí, sin duda mucho más seguros, dijeron Los Prisioneros.

Pero Mama Mode,- le diría hoy a mi bisabuela- eso de la ecuación chibchombiana no sirve es pa’ ná’, esos del otro lado se las saben toditas y no hay cuentito que uno les pueda echar. ¡Y ay! Donde uno se meta con lo que ellos más quieren, ese continente chiquitito, Mama Mode, si figúrate que cabe aquí en tu patio no má’. 

¿Chiquitito mija? Si ese continente lo que es, es grande. Aquí llegaron, y yo soy tan vieja que hasta casi me acuerdo de esa vaina de la colonización, pero escucha mis consejos, que es mejor no llevarles la contraria. Si te dicen algo, déjalos. Si te quieren insultar, déjalos mamita. Déjalos, ¿pa’ que te amargas la vida batallando atrás de na’? Esos señores tienen algo que nosotros no: historia. Y nosotros tenemos algo que ellos no: presente. A pué’ y tú porque crees que los argentinos son como son? … y así hubiésemos seguidos por horas y horas.

Y sí, ya un maestro me lo había dicho, que ellos nacían con la vida codificada, con la historia en el ADN y que al nacer todo ya lo habían entendido, y nosotros por tener implantado desde hace 200 años el chip colonial, hacemos caso omiso a sus palabras cargadas de prepotencia. Pero yo no soy un hueso fácil de roer, no señor, el que se mete conmigo deberá estar dispuesto a contar 100, 1000, o 1.000.000 de caracteres, antes de decir “mu”.  Es que la pelea señores, entre el viejo y el nuevo mundo ahora está más álgida que nunca, un continente momificado y encerrado en sus paredes de museo, y del otro lado un continente que hoy renace, que hoy crece, que hoy busca una verdadera libertad. Bien sabia era Mama Mode cuando decía que ellos tienen el pasado y con él toda la autoridad para hablar de cualquier tema, pero nosotros tenemos el presente y el ímpetu de un adolescente que le pone marihuana dentro de la galletita festival a la perra pa’ que no ladre, se vuela la verja y se va pa’l picó en las noches verbena.

Creo que la vaina va por ahí…. Y será otro post sobre como “trabar” al enemigo.

Ahora sólo le pido a la burra mocha que me ayude a dejar este bendito vicio, ese cuento de discutir y argumentar con los europeos. Ellos, Dioses del Olimpo, jamás serán capaces de aceptar un argumento de una negra de las indias. Yo mejor me voy pa’ La Habana y no vuelvo má’… a ese bendito ring de la discusión.

De por qué fracasaremos...



Por: Sandro Bozzolo

No estoy de acuerdo. Para nada. Esto que tu llamas "falta de orden aparente", y te preguntas ¿a dónde nos llevará? No puede llevarnos a ninguna parte, es obvio.
Si la gente lo que necesita es un camino, un surco. Necesita una pantalla que 
le diga como vestirse, cual música escuchar, a dónde irse de viaje y hasta 
cómo tiene que ser la mujer (o el hombre) ideal. Una emisora que repita mil 
veces la misma canción, la que conocen todos. Te lo digo yo, que tengo un amigo 
músico, y me comenta que tocar covers es lo único que le permite sobrevivir. 
"El público" prefiere escuchar cosas ya metabolizadas, melodías repetidas 
también por los celulares, en lugar de apasionarse con algo nuevo. Es un hecho. 
Y además, acabas de darle razon a mi mamá, a lo que anda repitiendo...desde 
siempre. Las charlas, las conversaciones, el pensamiento, no nos llevan a 
ningun lado. Lo dice también el dibujo que agregaste, todas estas flechas 
anárquicas. Una de ellas regresa al punto inicial, y ahora quisiera que me 
explicaras qué sentido tiene estar sentados 5 horas hablando para regresar al 
punto inicial. Las otras flechas, peor todavía. Se pierden. Debe haber 
alguna que viaja directamente hacia la tumba; siempre lo repite, mi madre: 
Cesare Pavese pasó su vida charlando, conversando, pensando. Escribiendo. Y 
¿cómo terminó? Suicida. 
Sin hablar de esta desafortunada comparación con las conversaciones. Las 
"charlas". ¿¿De verdad me estás diciendo que existe todavía alguien que se sienta 
a charlar?? Tiene que ser porque vives en el Caribe, y se sabe, que allí la 
gente no hace nada. Porque yo veo que con este cuento de la "productividad", 
más o menos todo el mundo prefiere encerrarse 15 horas por día en sus lugares 
de trabajo y hacer algo verdaderamente ÚTIL. Y si al final tienen que charlar 
con alguien, siempre tienen un psicoanalista, o alguien por el estillo, que sabe 
cobrar por su capacidad de escuchar. 
Siendo así las cosas, espero que cierres lo más rápido posible este espacio 
subversivo. Igual estoy seguro de que nadie llegará, y aunque lleguen, 
asustados por esta "falta de orden aparente", se irán de una. Pero, mientras 
tanto, dime.......¿¿quien era este Joyce?? ¿¿En dónde jugaba??

¿Cómo fue que llegamos hasta aquí?

Por: Adriana Carrillo


El pensamiento, como las conversaciones, son faltos de un orden aparente. Cuando digo esto pienso en el Ulises, de James Joyce, y sin irme lejos, en cualquier persona cuando se sienta a hablar con otra, lejos de la rigidez de un tema impuesto. Pienso en mí, y la gente como yo, dispersa, que siempre llegará a las preguntas de “¿por qué es que estamos hablando de esto?, ¿cómo fue que llegamos hasta aquí?”.

De igual manera, y con ánimo de dar un poco de orden a la infinidad de reflexiones que surgen de una cosa, que es germen, quisiéramos (un italiano de ninguna parte y una colombiana periodista) inaugurar este blog, en el que muy seguidamente contaremos también con la ayuda de los amigos, los que están y los que vendrán en el camino, que tomarán la palabra para hacer Relevo y alimentar la charla.

Sabemos cómo comienza, sin muchas claridades de cómo podrá acabar. ¡Bienvenidos a este espacio de improvisación conjunta con las letras!